¿Nos ha beneficiado la velocidad?

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Estamos en una época en que el dinamismo pone sobre los seres un sello especial. El ser humano debe des­envolverse en un medio donde el que es lento no tiene cabida. Acción, rapidez., celeridad, se oye por todas par­tes. Pero cabe preguntarse, ¿somos más felices que nues­tros abuelos? En este vértigo que es la vida nuestra, ¿no deseamos intimamente aquel dulce reposo en que ellos vivían?
Leí en cierta ocasión: "Cada vez que corres para lle­gar a un sitio, es más lo que pierdes que lo que ganas": y esta frase tiene una gran dosis de verdad. ¿Acaso no es andando lento como podemos saborear el goce de vivir? Para apreciar algo hermoso, ¿no necesitamos detenernos y contemplarlo?
Pero el mundo está como alocado. Presa en un ansia febril. Quiere verlo y abarcarlo todo en pocos momentos. La juventud actual sufre de este mal, y se fatiga sin provecho, llenando el día con un sinfín de programas' que la deja exhausta. La calma, la reflexión, el reposo, son cosas del pasado. Yo creo que a nada bueno condu­ce tanta excitación.
Hay tanto que ver en cada día, y tanto que apreciar en toda la vida, y con semejante rapidez no se obtiene ningún provecho. Un poco de reposo no le viene mal a nadie. Unos momentos de reflexión hacen un bien incalculable. Sea­mos en esto un poquito, conservadores y pongamos mar­cha lenta a este torbellino que es la vida actual.

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