Tributo a Juan Godoy

por Arturo Volantines

Fue una noche memorable. El nerviosismo calaba mis venas. Ese día viernes, La Serena tenía muchísimas actividades culturales. Era entendible que no llegara gente, ni siquiera los panelistas. Pero Juan nos esperaba desde el retrato, tempranamente descubierto. Tampoco llegaba el maestro de ceremonia. Hacía frío.
Pero, algo pasó al interior de mi corazón, porque un hombre mayor de barba rojiza entró al salón acústico. No lo había visto nunca en un acto, en su casa, en La Serena. El que entró, era el poeta más importante nacido en La Serena en el siglo pasado: Jorge Zambra. Venía de Vallenar. Antes había llegado Fernando Moraga, que habla perfectamente el idioma de Atacama y de Coquimbo. Fue un diálogo del Norte Florido.
Así como lo hicieron antes Jotabeche, el “Pope” Julio, Ramón Orrego Escuti; el poeta copiapino, Juan Miguel Zumarán dio inicio al acto. El concejal, Amador Muñoz recordó a Juan y a su obra: a su familia, a su “El Papiro”; a su aporte fundamental a la cultura del norte, desde la Dictadura a la democracia. Luego, para complacer a Juan, leía -cosa que no es mi costumbre- un breve artículo, donde lo recuerdo en su obra y en los días previos y posteriores a su muerte. Después, su amigo y director de cultura de la municipalidad, Raúl Moya, nos dijo por qué era necesario instalar allí el retrato. A continuación, vino el panel que buscaba desentrañar La Serena Literaria. La poeta antofagastina, Marietta Morales hizo una comparación entre París y La Serena. El escritor y periodista, José Gai, habló de la motivación profunda hacia su ciudad natal, y de su obra policíaca: de relevante éxito de crítica, ambientada en La Serena: “Las manos al fuego”.
Se llenó la sala. Ahí estaban los muy amigos de Juan y gestores culturales de Coquimbo: Luis Rojas y Wilson Cuturrufo. Y estaban allí, los escritores en el rito: Juana Baudoin, Sergio Godoy, Luis Macaya, Pablo Godoy, Benjamín León, Yoyi Koda, Robinsón Hernández, Héctor Pacheco, Hugo Godoy, Acacia Orellana, Walter Hoefler, Gladys Aguirre, Gabriel Canihuante, entre muchos otros.
Ya se había pasado el frío. Mientras revisábamos la obra escritural de Juan Godoy, preparada notablemente en vitrinas, por Renato Zuñiga y relajábamos la vena con un “pisquito”; recién me di cuenta, que nadie había faltado finalmente a la cita. Sólo le eché de menos a Juan Godoy.
Sin embargo, al salir, volvió a aparecer el frío y enfilé hacia un bar; fue cuando creo haber visto a Juan, con su bolso negro, acelerar el paso por una oscura calle de La Serena.

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